PUNTO DE
INFLEXIÓN
Hola chic@s, ¿Qué tal? Espero que bien
Es la primera vez que escribo después de abrir mi
blog, había planeado muchas cosas, tenía muchas ideas...pero finalmente he decidido compartir mi historia personal porque siento que debo
hacerlo, y si así consigo ayudar o apoyar a alguien, será fantástico. Empezaré
contando el motivo de estar aquí compartiendo con vosotros.
Hace un año yo estaba trabajando, vivía sola,
tenía más o menos salud… se podría decir que me iba bien. “¡Tienes que sentirte afortunada!” me decían
muchos. Pero yo no me sentía así. Es
increíble que para lo que muchas personas es maravilloso, para otras puede ser
horrible, un desastre. Cuando echo la vista atrás y veo las cosas desde fuera veo que todo es relativo, todo depende de cómo se mire, del
punto de vista o de la actitud que se tenga de las cosas. En aquellos momentos muchas personas me envidiaban por mi situación, y sin embargo, yo estaba hundida completamente,
todo mi mundo se venía abajo. Tantos años luchando, perseverando y ya veía como
mis fuerzas decaían cada vez más. Pasaban los días, repetitivos, largos y sin
poder vislumbrar si iban a cambiar. Como en una cárcel, enjaulada, sin poder
salir. ¿Cuántas cosas pueden llevarnos a la desesperación? ¿Cuántas cosas
pueden llegar a hundirte hasta lo más profundo y no ver ninguna salida, ninguna
luz que te diga “este es el camino”?
Seguramente muchos lectores se sentirán identificados
conmigo cuando lean esto, porque todos o muchos de nosotros nos hemos sentido
alguna vez perdidos, entre la espada y la pared, a punto de caer al vacío,
viendo pasar los días donde las alegrías son minoría y la tristeza, enfado, desesperación y
rabia es lo habitual; con la sensación de que siempre hay algo que te hunde.
Me encontraba en un trabajo en el que no me sentía
valorada, ni realizada pero si muy juzgada, muy presionada e incluso puedo
afirmar que llegué a experimentar acoso laboral. A nivel psicológico me
hundieron de tal manera que empezó a afectarme físicamente y de gravedad.
Llegaba a mi casa todos los días, y no tenía a nadie con quien hablar. Poco a
poco fui perdiendo amistades y aislándome de mi familia cada vez más. Mi vida
estaba empeorando mucho cuando aparentemente desde fuera “tenía mucha
suerte”. Una de las cosas que aprendí en
esa época es que nunca se debe juzgar a nadie, porque no conoces su interior,
su historia personal.
Cuatro años estuve viviendo esta situación hasta
que mi cuerpo tuvo más valor que yo y me dijo “¡Basta! ¡Ya no más, sal de aquí!”
El estrés que me provocó esta situación hizo que enfermara físicamente y tuve
que pedir la baja laboral, poco después ya no tenía trabajo ni vivía sola.
Volví a casa de mis padres como a muchos le está pasando últimamente debido a
la situación social y laboral actual.
Muchas personas me ponían de loca, que no sabía lo que hacía; ¿pero
sabéis qué? Fue lo mejor que hice en toda mi vida, tomar una decisión sin
miedo, sin dudar. La liberación que experimenté después (y no
lo cambio por nada), simplemente fue maravillosa. Me di cuenta entonces, que
cuando encuentras el valor para hacer cambios en tu vida, empiezas a moverte
para encontrar las soluciones y si confías en la vida, poco a poco
te va mostrando el apoyo que necesitas y progresivamente, todo se va
solucionando.
Conocí a personas maravillosas que me ayudaron
enormemente y apoyaron en mi decisión, personas que me apoyaron cuando tuve el
valor de empezar a ser lo quiero ser, de decidir por mí, en el amor, el
trabajo, la salud y las amistades. Mi vida era una novela de televisión y ya
estaba harta de ser una mera espectadora. Quería ser yo, sin compromisos, sin miedos ni dudas, solo yo. Fue
entonces cuando empecé a ver esa famosa luz que uno pierde cuando “todo se va
al traste”. Cuando dejas de tener miedo y te armas de valor sabiendo que por
muy mal que vayan las cosas, siempre hay solución a partir de que seas valiente
y confíes en la vida.
Pasaron algunas semanas mientras me recuperaba, en
todos los sentidos. Tuve la suerte de
pasar todo un verano descansando, descansando de “mi vida anterior”. Sí, ese
año marqué el antes y el después de mi vida. Y digo marqué porque ahora estoy
segura de que el poder para cambiar nuestra vida está en uno mismo, y en nadie
más. Solo hay que ponerse manos a la obra.
“Llegó el momento de poner la libreta en blanco en
la mesa y escribir de nuevo como será tu vida”.
Eso pensé, y sigo pensando. Cuando llegó el
momento hice ese viajecito que llevaba años queriendo hacer y fue estupendo.
Conocí sitios preciosos, gente estupenda, y por primera vez en muchísimos años,
me sentí LIBRE.
“La vida te llena de regalos si acudes a ella con
confianza”.
De esto me di cuenta cuando me fui dos semanas
sola al extranjero, a descansar, a conocer, a descubrir, a disfrutar. Sin
planes ni bullas; puede sonar un poco irreal, pero fue genial sentirse libre,
completamente libre, por primera vez. Estando allí decidí volver para quedarme y
vivir una nueva experiencia en ese nuevo lugar durante un tiempo.
En esa estancia me sucedieron muchas cosas,
algunas maravillosas y otras no tantas. Pero aprendí mucho sobre las personas,
la vida y sobre mí misma. Y, aún no sé porqué, me invadió la sensación de que
tenía que contar lo que había vivido. Tenía que compartir lo que es lanzarse a
la acción y empezar, poco a poco, a construir la vida tal y como uno quiere. Me
costó mucho tiempo en darme cuenta que en la vida no tienes obligación de continuar
haciendo algo que no quieres hacer o siendo algo que no eres solo porque sea "lo que se debe hacer". No hay nada que
te pueda impedir ser feliz, ni ser lo que quieres ser. Solo hay que tener valor
y lanzarse a hacerlo. En nosotros mismos está el poder ser felices y de cambiar nuestra propia vida, y a mí me ha hecho muy
feliz darme cuenta de ello y de tener la oportunidad de compartirlo con los
demás.
“La
vida te está esperando a que te lances hacia tu felicidad, ve a por ella.
Créala”.
Gracias, gracias
y gracias.
Atte. Inmaculada
C. Meléndez.
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminar