Translate

martes, 22 de julio de 2014

QUIERO Y NO PUEDO, PERO QUIERO

¿QUÉ RELACIÓN TIENES CON LA COMIDA?

   Todos tenemos cosas de las que queremos deshacernos o despegarnos pero  a la vez, no queremos o nos da miedo prescindir de ellas. Como podría ser tu afición por los dulces y la comida basura, etc.  Esos hábitos que todos tenemos y nos encantaría abandonar, pero sientes como una fuerza superior a ti te ata a ellos.

  Generalmente acudimos a estos hábitos para sentirnos mejor, para relajarnos o escapar de nuestra realidad. Puede haber personas que sientan la necesidad de acudir a la comida sin saber por qué, con ansiedad, y sin poder controlar dicha ansiedad. También hay personas que encuentran un refugio en el alcohol, cuando quieren despejarse toman alguna copa de alcohol y a veces beben hasta el punto de perjudicar su salud y afectar a su vida seriamente. Otras personas se gastan todos los meses un dinero importante en tabaco porque se pasan el día entero fumando, se sienten atados al tabaco y desean de verdad abandonarlo pero no pueden.

  En mi caso, yo también me encontraba atrapada en un círculo de estos. Sentía la necesidad de comer, comer aún sin hambre. Comer para sentirme mejor, cuando me aburría, para sentirme menos sola, o para relajarme cuando llegaba del trabajo a casa, ansiosa por los problemas. Tenía verdadera adicción al azúcar sobre todo. Realmente era un círculo porque cuando me sentía mal, ansiosa, sola o preocupada, la comida era mi refugio. Evidentemente, como tampoco me movía lo suficiente como para quemar tanta cantidad de alimentos, mi peso estaba por encima de lo que era  sano para mí. Esto me llevaba a desvalorizarme, a no gustarme, me sentía culpable porque sabía que ese hábito me estaba perjudicando enormemente; no me gustaba a mí misma físicamente, y esta sensación de malestar, ese bucle en mi cabeza me hacía muy infeliz y me mantenía todo el día con la mente ocupada en ese tema.

  También hay que tener en cuenta que vivimos bombardeados de mensajes subliminales muy influyentes, a través de los medios de comunicación, a través de muchos profesionales, o incluso dentro de nuestro círculo social. “Hacer dieta para estar más delgada y sentirte mejor”, “Las personas gordas no son tan atractivas”, “La operación bikini ha llegado, no te quedes atrás”, “Los mejores chocolates al mejor precio”, “La comida en tu mesa sin mover un dedo”, “Date un gusto, te lo mereces” etc.…Toda esta publicidad que nos invade son mensajes contradictorios. Por un lado nos dicen que hay que mantener cierta figura físicamente, y por otro lado nos bombardean con anuncios incitándonos a refugiarnos en la comida como vía de escape o “darse un gusto”.

  Probablemente haya mucha gente que se haya tirado años haciendo dietas, intentando comer “bien”, haciendo verdaderos esfuerzos con la comida para no sentirse culpable y modificar su figura según los cánones de belleza de la sociedad actual.  Si nos paramos un poco a mirar objetivamente, y vemos la estructura que hay montada alrededor de nuestra insana relación con la comida, industrias alimentarias, gimnasios, tiendas de ropa, médicos dietistas etc.… Todo el mundo diciéndonos lo que tenemos que hacer, como tenemos que ser, lo que es bonito o atractivo y lo que no lo es, como nos tenemos que sentir. Siempre guiándonos por personas que se supone que saben más que nosotros, y realmente ni las conocemos y la mitad de las veces ni siquiera  verificamos la información que recibimos pero como nos dicen que dan resultados, la ponemos en práctica sin rechistar. Intentamos método nuevo tras método nuevo, sin llegar a conseguir lo que queríamos.

  Yo propongo al lector una reflexión: ¿Y si nos paramos un momento y dejamos de escuchar al resto del mundo y nos escuchamos a nosotros mismos? ¿Cuándo fue la última vez que te tomaste un rato para reflexionar sobre cómo te sientes, qué es lo que quieres o qué piensas de ti mismo?

  Con todas las ideas y opiniones que nos rodean, con el paso del tiempo hemos ido adquiriendo un concepto sobre la comida: “la comida es el enemigo”, “contra menos coma mucho mejor”, “No puedo comer lo que me gusta porque me hace engordar”, “es mejor no tener cerca eso que me gusta porque es malo para mí y no quiero caer en la tentación”, “ciertos productos son prohibidos”, y así un largo etcétera de creencias que ya son nuestras, que forman parte de nuestra lucha diaria contra la comida porque creemos que es la raíz de nuestro problema. Y cuando no, siempre hay alguna opinión externa que critica nuestra forma de comer. Puede ser que pienses que esos alimentos tan ricos que adoramos comer son malos y nos hacen engordar y sentirnos mal, sentirnos impotentes, sentirnos muchas veces incluso hasta inferiores porque no tenemos el cuerpo que deseamos, ¿verdad? Pues resulta que NO es así, la comida no es el enemigo, y no tienes que renunciar a comer la comida que te gusta porque no tiene la culpa. Simplemente son alimentos. NADA MÁS.

  Por supuesto no estoy sugiriendo que por el hecho de que la comida no sea el problema podemos comer sin control de manera que nuestra salud se perjudique seriamente. Pero si la comida no es la raíz del conflicto, ¿dónde está la raíz? ¿Dónde está el problema? Y lo más importante, ¿cómo podemos solucionarlo?

  Como hablábamos al principio, hay muchos hábitos que tenemos que no son buenos y nos perjudican. Aunque nos hemos centrado en la relación que tenemos en la comida, somos conscientes de que problemas como el tabaco, el alcohol, y demás hábitos parecidos tienen una raíz psicológica, y muchas veces un profesional puede ayudarnos a dejar de depender de esos hábitos y recuperar el control y nuestra salud. Lo mismo pasa cuando tenemos problemas con la comida, hay sumergido un problema psicológico.

  Evidentemente cada uno debe valorar hasta qué punto su relación con la comida está  dañada como para acudir a un psicólogo para que lo guíe sobre cómo solucionar el problema. Pero mi sugerencia es que, antes de escuchar a nadie más, es que te analices y te escuches a ti mismo, lo intentes por ti mismo, y si crees conveniente buscar ayuda profesional, adelante. Pregúntate: ¿Qué pensamientos tengo cuando me entra hambre?¿Cuando empiezo a comer?¿Cuando tengo hambre?¿Cuando estoy nervioso o nerviosa?¿Cuando me siento triste o frustrada?¿Cuando me gusta mucho algo y lo como aunque no tenga hambre?¿Cuando me siento solo o sola o tengo miedo por algo?¿Cuando estoy aburrido?¿Como porque es la hora de comer y como de la misma manera que comemos todos en casa sin valorar si eso es sano para mí o no?¿Qué más motivos tengo para comer?

   Escoge un momento y un lugar en el que estés solo, y hazte estas preguntas mentalmente, medita sobre las respuestas y sé sincero contigo mismo, (si las respuestas son afirmativas en la gran mayoría de las preguntas es bastante probable de que tu relación con la comida no sea la más sana). Ahora coge papel y lápiz y escribe como te sientes con tu físico, escribe sin miedo. Esto es para ti y solo para ti. Si te entristece lo que escribes, no pasa nada, desahógate. Sacar los sentimientos ocultos es muy bueno. Descarga lo que llevas dentro, uno se siente mejor cuando suelta lastres.

  Está claro que nadie quiere sentirse mal consigo mismo y todos queremos estar contentos, vernos bien, guapos y sanos. Pero la clave para que todo cambio funcione en uno mismo es hacerlo desde el amor a uno mismo, no desde la autocrítica. Ahora vuelve a coger el papel y escribe todo aquello que te guste de ti mismo, tanto físicamente como de personalidad. Se generoso y escribe todo lo que veas de ti que te encanta, no te cortes, esto es para ti. Y no me creo que no haya algo que te guste de ti mismo. Seguro que tienes unos ojos preciosos, una bonita sonrisa o eres una persona inteligente, amable, etc.…  Todos tenemos cualidades igual que defectos, es mejor ser honrados con nosotros mismo y ver las dos cosas, no solo los defectos.

 El propósito de que escribas todo esto es que te des cuenta de que tú, al igual que todo ser humano eres valioso, hermoso, con defectos y virtudes, y te mereces ser feliz. Si tu relación con la comida no es la más sana, cámbiala. Pero cámbiala sabiendo que tal y como eres, eres perfecto. Tal y como eres debes gustarte, debes amarte, porque eres tú, ese cuerpo que ves todos los días en el espejo eres tú, y tú te mereces amarte mucho. Si no te amas a ti mismo. ¿Quién lo hará? Sé tú el primero en amarte y valorarte. Todos los días delante del espejo repítete a ti mismo:


SOY PERFECTO TAL Y COMO SOY, ME AMO A MISMO Y CONSEGUIRÉ TODO LO QUE QUIERA PORQUE YO PUEDO.




  Sí, ya eres muy guapo o muy guapa. Eres perfecto y único, porque como tú no hay ni habrá nadie igual. Cuando lo tienes interiorizado, cuando cambias tu retahíla diaria de (yo estoy gordo, no me gusto, no soy capaz de estar delgado como me gusta) por (yo me amo, me merezco lo mejor, quiero estar sano, puedo y lo conseguiré), poco a poco vas viéndote a ti como lo que eres, una persona muy valiosa y  bella tal como está, e irás cogiendo la fuerza de voluntad suficiente para corregir tus hábitos de alimentación. Te darás cuenta como cada vez es más sencillo elegir comer lo que es más sano para ti, cada vez tienes menos necesidad de acudir a la comida cuando la vida te ponga en situaciones complicadas como estrés por trabajo, tristeza, incertidumbre, miedo, etc.. Irás viendo con el paso del tiempo que solo te acordarás de la comida cuando tu cuerpo lo necesite, cuando tengas hambre y querrás escoger con seguridad y satisfacción los alimentos que más benefician a tu cuerpo. Será una decisión interna de amarte a ti mismo, una manera estupenda de hacerlo es comer sano y darte a ti mismo más importancia que a la comida, relegándola al lugar que pertenece. Por que la única función de los alimentos es esa, nutrirnos para que sigamos vivos  y que nuestro cuerpo esté fuerte y sano. NADA MÁS. Por supuesto la comida es maravillosa, es un placer disfrutar de ella; pero debemos darle el lugar que tiene, nunca utilizarla para otra cosa que no sea nutrirnos y jamás darle más importancia que a nosotros mismos.

  Cuando te das cuenta de cuál es la raíz de tu relación actual con la comida y te propones cambiarla desde la autoestima y desde el convencimiento de que lo haces porque te lo mereces y es lo mejor para ti, poco a poco notarás más seguridad en ti mismo. Verás como ese “malvada víbora” que creías que era la comida va perdiendo fuerza sobre ti, te reconciliarás con ella a la vez que vas tomando las riendas sobre ti y vas notando cada vez más sano, evidentemente contra más saludable comas, mejor estará tu cuerpo. Volvemos a recordar que animo a que tengáis una relación saludable con la comida, jamás animaré a nadie a que siga ningún canon de belleza, solo y exclusivamente a estar sano y sentirse a gusto consigo mismo.

  Nunca te rindas, probablemente te costará al principio, pero sigue, sigue porque tú puedes, porque te lo mereces y quieres hacerlo y la sensación de recuperar el control, estar sano y alcanzar tu meta es fantástica. Está al alcance de todo el mundo, sí, a tu alcance. Recuerda:





  Yo escribo desde la experiencia propia y sé que todo esto es cierto, no lo he inventado yo, son aprendizajes que he ido adquiriendo con el paso del tiempo. Poco a poco me he dado cuenta de que tengo que estar en paz con la comida y tener una autoestima sana y afortunadamente he contando con personas maravillosas que me han ayudado a verlo y me siguen ayudando en mi trabajo diario para conseguirlo. Agradezco mucho que estas personas estén en mi vida y me agradezco a mí misma todo esto porque lo he vivido, he aprendido y ahora puedo compartir lo que he aprendido. Si lo miras desde el punto de vista optimista piensa que toda esta situación que vives ahora te ha traído hasta aquí ,y te ha dado la oportunidad de aprender que eres un ser maravilloso y que puedes ser feliz si tu quieres porque está a tu alcance serlo. Permítete a ti mismo avanzar y agradécete que estés en este punto y que tengas la oportunidad de progresar. Yo sigo trabajando en ello también y te animo a que sigas adelante.

Gracias, gracias y gracias


Atte. Inmaculada C. Meléndez

lunes, 21 de julio de 2014




PUNTO DE INFLEXIÓN

Hola chic@s, ¿Qué tal? Espero que bien
Es la primera vez que escribo después de abrir mi blog, había planeado muchas cosas, tenía muchas ideas...pero finalmente he decidido compartir mi historia personal porque siento que debo hacerlo, y si así consigo ayudar o apoyar a alguien, será fantástico. Empezaré contando el motivo de estar aquí compartiendo con vosotros.
Hace un año yo estaba trabajando, vivía sola, tenía más o menos salud… se podría decir que me iba bien.  “¡Tienes que sentirte afortunada!” me decían muchos. Pero yo no me sentía así.  Es increíble que para lo que muchas personas es maravilloso, para otras puede ser horrible, un desastre. Cuando echo la vista atrás y veo las cosas desde fuera veo que todo es relativo, todo depende de cómo se mire, del punto de vista o de la actitud que se tenga de las cosas.  En aquellos momentos muchas personas me envidiaban por mi situación, y sin embargo, yo estaba hundida completamente, todo mi mundo se venía abajo. Tantos años luchando, perseverando y ya veía como mis fuerzas decaían cada vez más. Pasaban los días, repetitivos, largos y sin poder vislumbrar si iban a cambiar. Como en una cárcel, enjaulada, sin poder salir. ¿Cuántas cosas pueden llevarnos a la desesperación? ¿Cuántas cosas pueden llegar a hundirte hasta lo más profundo y no ver ninguna salida, ninguna luz que te diga “este es el camino”?

Seguramente muchos lectores se sentirán identificados conmigo cuando lean esto, porque todos o muchos de nosotros nos hemos sentido alguna vez perdidos, entre la espada y la pared, a punto de caer al vacío, viendo pasar los días donde las alegrías son minoría y la tristeza, enfado, desesperación y rabia es lo habitual; con la sensación de que siempre hay algo que te hunde.

Me encontraba en un trabajo en el que no me sentía valorada, ni realizada pero si muy juzgada, muy presionada e incluso puedo afirmar que llegué a experimentar acoso laboral. A nivel psicológico me hundieron de tal manera que empezó a afectarme físicamente y de gravedad. Llegaba a mi casa todos los días, y no tenía a nadie con quien hablar. Poco a poco fui perdiendo amistades y aislándome de mi familia cada vez más. Mi vida estaba empeorando mucho cuando aparentemente desde fuera “tenía mucha suerte”.  Una de las cosas que aprendí en esa época es que nunca se debe juzgar a nadie, porque no conoces su interior, su historia personal.

Cuatro años estuve viviendo esta situación hasta que mi cuerpo tuvo más valor que yo y me dijo “¡Basta! ¡Ya no más, sal de aquí!” El estrés que me provocó esta situación hizo que enfermara físicamente y tuve que pedir la baja laboral, poco después ya no tenía trabajo ni vivía sola. Volví a casa de mis padres como a muchos le está pasando últimamente debido a la situación social y laboral actual.  Muchas personas me ponían de loca, que no sabía lo que hacía; ¿pero sabéis qué? Fue lo mejor que hice en toda mi vida, tomar una decisión sin miedo, sin dudar. La liberación que experimenté después (y no lo cambio por nada), simplemente fue maravillosa. Me di cuenta entonces, que cuando encuentras el valor para hacer cambios en tu vida, empiezas a moverte para encontrar las soluciones y si confías en la vida, poco a poco te va mostrando el apoyo que necesitas y progresivamente, todo se va solucionando.

Conocí a personas maravillosas que me ayudaron enormemente y apoyaron en mi decisión, personas que me apoyaron cuando tuve el valor de empezar a ser lo quiero ser, de decidir por mí, en el amor, el trabajo, la salud y las amistades. Mi vida era una novela de televisión y ya estaba harta de ser una mera espectadora. Quería ser yo, sin compromisos, sin miedos ni dudas, solo yo. Fue entonces cuando empecé a ver esa famosa luz que uno pierde cuando “todo se va al traste”. Cuando dejas de tener miedo y te armas de valor sabiendo que por muy mal que vayan las cosas, siempre hay solución a partir de que seas valiente y confíes en la vida.
Pasaron algunas semanas mientras me recuperaba, en todos los sentidos.  Tuve la suerte de pasar todo un verano descansando, descansando de “mi vida anterior”. Sí, ese año marqué el antes y el después de mi vida. Y digo marqué porque ahora estoy segura de que el poder para cambiar nuestra vida está en uno mismo, y en nadie más. Solo hay que ponerse manos a la obra.


“Llegó el momento de poner la libreta en blanco en la mesa y escribir de nuevo como será tu vida”.

Eso pensé, y sigo pensando. Cuando llegó el momento hice ese viajecito que llevaba años queriendo hacer y fue estupendo. Conocí sitios preciosos, gente estupenda, y por primera vez en muchísimos años, me sentí LIBRE.

“La vida te llena de regalos si acudes a ella con confianza”.


De esto me di cuenta cuando me fui dos semanas sola al extranjero, a descansar, a conocer, a descubrir, a disfrutar. Sin planes ni bullas; puede sonar un poco irreal, pero fue genial sentirse libre, completamente libre, por primera vez.  Estando allí decidí volver para quedarme y vivir una nueva experiencia en ese nuevo lugar durante un tiempo.

En esa estancia me sucedieron muchas cosas, algunas maravillosas y otras no tantas. Pero aprendí mucho sobre las personas, la vida y sobre mí misma. Y, aún no sé porqué, me invadió la sensación de que tenía que contar lo que había vivido. Tenía que compartir lo que es lanzarse a la acción y empezar, poco a poco, a construir la vida tal y como uno quiere. Me costó mucho tiempo en darme cuenta que en la vida no tienes obligación de continuar haciendo algo que no quieres hacer o siendo algo que no eres solo porque sea "lo que se debe hacer". No hay nada que te pueda impedir ser feliz, ni ser lo que quieres ser. Solo hay que tener valor y lanzarse a hacerlo. En nosotros mismos está el poder ser felices y de cambiar nuestra  propia vida, y a mí me ha hecho muy feliz darme cuenta de ello y de tener la oportunidad de compartirlo con los demás.



“La vida te está esperando a que te lances hacia tu felicidad, ve a por ella. Créala”.

Gracias, gracias y gracias.


Atte. Inmaculada C. Meléndez.
Presentación del Blog.

¡¡Hola!!  Lo primero presentarme, soy  Inmaculada.  He creado este espacio para compartir mis experiencias y todo lo que estoy aprendiendo que también me ha traído hasta aquí. He querido crear un espacio donde contar nuestras historias, donde aportar lo que sabemos y hemos aprendido ya que es bueno expresarse y nunca sabemos cómo podemos beneficiar a los demás con nuestro granito de arena.
 En este blog en concreto voy a hablar sobre todo lo que he aprendido y sigo aprendiendo a lo largo de mi vida. Creo que cuando aprendemos algo, es bueno compartir esa información ya que siempre puede serle de gran ayuda a otra persona; nunca sabemos cómo o cuando podemos ayudar a los demás, así que me gustaría contribuir de esta manera y que todos podamos compartir nuestras opiniones con mucho amor y respeto.
  En esta vida lo mejor que uno saca de las experiencias es la sabiduría y el conocimiento. Con esta actitud vas con la expectativa segura de que ocurra lo que ocurra, siempre aprenderás o descubrirás algo. Las experiencias buenas te enriquecen, te llenan de energía, felicidad, alegría y traen buenos recuerdos. Sin embargo, aquellas experiencias que llamamos “negativas” la gran mayoría de las veces, por no decir siempre, nos enseñan algo y ese algo es una sabiduría que rara vez se adquiere sin tener éstas experiencias. Actualmente vivimos en una época en la que el apoyo mutuo entre todos es fundamental, y una gran herramienta para seguir adelante, avanzar, ser más felices y alcanzar todo aquello que queremos conseguir. Espero sinceramente que disfrutéis leyendo tanto como yo lo he hago escribiendo.

Gracias, gracias y gracias.


 Atte. Inmaculada C. Meléndez